viernes, 19 de octubre de 2007

El capitán Carlos y yo


La semana pasada tuve que ir -o me llevaban con tombo y vara- a rendir mi declaración ante el Cuarto Juzgado Penal Supraprovincial de Lima, el que tiene en sus manos la investigación sobre los asesinatos cometidos en Madre Mía y tiene como principal acusado a Ollanta Humala, también conocido en la zona como "capitán Carlos".





A mí me han metido en la colada como testigo, pero ya me habían citado unas cinco veces y no aparecí a ninguna. Y, qué les puedo decir, la diligencia duró cuatro horas y media y me mantuvieron con el celular requisado, con mi cámara decomisada y debí resistir la ametralladora de preguntas del juzgado, del fiscal y del abogado de Ollanta. Como si ser reportero no fuera ya suficiente martirio.

En fin, el capitán, perdón, el comandante, unos días atrás tuvo que enfrentar cara a cara a la testigo Teresa Ávila, hermana de Natividad Ávila Rivera, desaparecida desde que en 1992 una patrulla de la Base de Madre Mía se la llevó a medianoche junto a su esposo y nunca más volvió.

Su hermano, Jorge Ávila Rivera, fue apresado junto a Natividad y a su cuñado. La diferencia es que Jorge sobrevivió. El año pasado, cuando Martín Arredondo, de Panorama, soltó el asunto de Madre Mía, me mandaron con la misión de averiguar qué había de cierto. Confieso que viajé creyendo que era un absurdo, pero me equivoqué. La cantidad de testimonios era demoledora, el problema es que la mayoría no quería salir en cámaras por los tres motivos del oidor (de Ricardo Palma): por miedo, por miedo y por miedo.

Sin embargo, me topé con tres personas que sostenían versiones que encajaban a la perfección, y eso que ninguna conocía a la otra. Uno fue el mismo Jorge Ávila, hermano de Natividad y de Teresa, que relató una historia aterradora: en 1992, él, su hermana y cuñado fueron sacados de sus casas por las tropas de Ollanta Humala. Los tres fueron llevados a la base de Madre Mía y durante días estuvieron recluidos dentro de un pozo en la tierra, hasta que, finalmente, a su hermana y cuñado les dispararon junto al río. Sólo él, según su testimonio, logró escapar arrojándose a las aguas turbulentas del río Huallaga.



Esta historia, junto al sangriento testimonio de Norvil Estela, padre de otro desaparecido, fueron presentadas por primera vez en televisión por Reporte Semanal, programa para el que trabajaba en enero del año pasado. Hoy, año y nueve meses después, Humala parece estar llevando las de ganar en el juicio. ¿Por qué? Simple. Un par de semanas después de propalado el reportaje, Jorge Ávila se comunicó conmigo para denunciar que estaba siendo hostilizado por sujetos desconocidos, que estos lo amenazaban y le ofrecían dinero para retractarse de sus declaraciones. Jorge me llamó al canal y denunció el asunto, e hicimos otra nota alertando sobre el peligro que corría. Lástima que en el territorio sin ley de Aucayacu es poco lo que desde Lima se puede hacer.

Unas semanas más tarde, cuando iba a cruzar una avenida, vi la cara de mi entrevistado, del testigo que tanto trabajo me costó encontrar y que con tanta valentía denunció las aberraciones sufridas, en la portada de un diario. En letras de molde decía que el señor había presentado ante la justicia una declaración desdiciéndose de todo. Y claro, el testigo estrenaba mototaxi nueva, aunque a mí me contó que con las justas le alcanzaba para comer.



El asunto estaba clarísimo. La semana pasada, en mi condición de testigo y sentadita en la silla de madera del cuarto juzgado, la jugada se me hizo más obvia aún. El fiscal, a quien tuvieron que ir a buscar porque no había asomado a la diligencia, apareció sin siquiera haber leído el expediente y me preguntó, fresquísimo él, que cuántos reportajes había hecho, cuándo, “¿cómo es?” Le pedí que leyera lo que ya había respondido en su ausencia. Pasó la vista por el texto y se sentó a pensar. Diez, veinte, treinta segundos. Hizo alguna pregunta cumplidora. Otros diez, veinte... hasta que preguntado para que diga si: usted editó, ¿no es cierto? O sea, usted grabó las entrevistas, pero de ellas usó sólo un poco, ¿no es cierto? Entonces editó. Qué cara le habré puesto al hombre, no sé, pero la suya era de hervor cuando le dije que esa pregunta la esperaba del abogado defensor, no del fiscal. No más preguntas. Esa fue la magnífica intervención de la fiscalía en la diligencia. Su testigo.

Ay, y aquí vino lo peor, cuando el señor abogado del ex comandante me fusiló. Con preguntas, evidentemente. Que cuántas personas participaron en la investigación, que quiénes eran, que qué hacen, que cuál fue su participación, que cuántos días estuve en la zona, que cuántas personas entrevisté, que cuántas horas de grabación tenía, que cuántas cintas grabé, que de ellas cuánto utilicé en el reportaje... aquí trataban, evidentemente, de machacar un punto: que de lo grabado, supuestamente, yo utilicé muy poco. Imagino que intentan retorcer el asunto para que parezca que edité las declaraciones, que las tergiversé, que en fin, ya imaginan.

A las tres de la tarde las tripas me sonaban. El abogado insistía en que diga si el testigo Norvil Estela dijo que vio la cara de Ollanta Humala disparándole a su hijo. Que si vio el momento preciso en que Humala jalaba el gatillo, en que la pistola sonaba ¡pum! y en que la bala ingresaba en el cuerpo de su hijo. ¡Osea! Finalmente, la tortura terminó. La secretaria se paró para imprimir la declaración de la mareada testigo y el abogado de Humala espetó esta frase que, si hubiera constado en actas, habría cambiado la historia de este juicio: “Tú no lo has vivido, pero estar en la zona de emergencia fue espantoso. Era necesario pues, era necesario para combatir el terrorismo, era necesario el terrorismo de Estado”.

A mí se me cayó el maxilar inferior. Miré a la secretaria, ella me miró a mí, pero nada de lo que había dicho el señor figuraba ya para el juzgado. Nada grabado, nada de nada. Con cara de ácido gástrico le dije que así iba a hundir pronto a su cliente. “¿Que Ollanta ha matado?, claro que ha matado, pero en combate”. Yo no sé quiénes están en contra y quiénes a favor de Humala en este caso, pero a mí, la verdad, con sólo oír a su abogado ya tengo el rompecabezas completo y el hígado en pedacitos. Sólo espero que esta vez ni los testigos comprados, ni los fiscales ineptos, ni los abogados rapaces camuflen la verdad o le den el tiro de gracia.

7 comentarios:

LuchinG dijo...

Que alguien le haga llegar este post a Tapia, a ver qué dice ahora.

monich dijo...

Qué tal sinvergüenza!!

xandrux dijo...
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David Roca Basadre dijo...

Este testimonio es claro y contundente. ¿Qué tiene que ganar o perder Heidi Grossman, en lo más personal? Nada. Es una lástima que se quiera confundir la lucha por los derechos sociales, económicos de la población con una perspectiva militarista, vertical, patriotera y autoritaria de la vida. Sin democracia son imposibles las conquistas sociales, y no me refiero a la pantomima de democracia que vivimos. ¿La ambición de poder entre los miltantes nacionalistas es más fuerte que cualquier razonamiento ético? ¿La ética no cuenta en el quehacer político? ¿Solo se trata de duro pragmatismo? Esperamos que haya justicia en este caso y en todos los que sobre violación de derechos humanos se trata. Sigamos con el tema del Frontón luego, aún vigente, aún pendiente.

La Gross dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
El Arre dijo...

Gracias por lo que me toca. Y recuerdalo siempre. La investigacion de madre mia tiene cuatro nombres de autor. el corresponsal, el camar, el asistente y este humilde servidor.

eternozavalita31 dijo...

¿Como una periodista puede dar por valedero una caso solo con algunos testimonios?

Se entiende que la sensibilidad se le haya conmovido, pero de ahi a "dar por verdad" como lo afirma en esta cronica ("arme el rompecabeza") que parece escrita por mi hermanita de 8 añitos.

Debiera acordarse la periodista que es su obligacion ser "OBJETIVA" entonces: por declaraciones de unas personas, por actitudes malas o buenas de fiscales y abogados...NO SE PUEDE DAR POR CIERTO UN CASO.

En este caso, el sentimiento le ha ganado a la razon.

Quiza pueda ser cierto lo que la periodista presiente o a armado como rompecabeza, O NO...pero lo real es que NO HAY PRUEBAS como para hacer un caso de esto.

Ahora con lo de la supuesta compra de testigos...¿Como lo probariamos?

A veces los que quieren atacar a Ollanta Humala se dejan ganar por el apasionamiento y no utilizan la la logica y la paciencia para investigar bien y soltar una denuncia con reales e irrefutables pruebas...